Hace ya más de un año que se declaró el estado de alarma. Desde aquel momento, palabras como teletrabajo, confinamiento y ERTE entraron a formar parte de nuestro vocabulario diario. Esta situación de inseguridad, desconcierto y miedo nos ha generado muchos problemas. Pero no solo a nosotros, los humanos, sino que también ha afectado a nuestros peludos. Desde que se impuso el confinamiento, se han visto incrementados los problemas derivados del híper apego y los casos de ansiedad por separación.
Muchos fueron los cachorros que llegaron a nuestros hogares en los meses de marzo, abril y mayo cuando apenas podíamos salir de casa. En consecuencia, estos peludos vivieron apartados del entorno en su periodo de impronta, momento en el que los cachorros aprender a convivir con el mundo que les rodea: perros, personas, ruidos, coches, etc. La falta de experiencias positivas durante este periodo aumenta la posibilidad de ser un perro inseguro y miedoso.
Por otro lado, el confinamiento y el teletrabajo han hecho que pasemos más horas de lo habitual en nuestros hogares. En consecuencia, pasamos más tiempo con ellos jugando, interaccionando y acariciándoles pudiendo desarrollarse un híper apego. Al volver a nuestro día a día habitual en el que pasamos muchas horas fuera de casa entre trabajo y ocio, estos peludos pueden sufrir ansiedad por separación al no saber gestionar emocionalmente el quedarse solos en casa.
El miedo y la ansiedad generan un estrés agudo conocido como eustrés. La respuesta fisiológica del perro es muy similar a la de los humanos dándose un aumento de los niveles de los neurotransmisores noradrenalina y dopamina y de las hormonas adrenalina, cortisol y testosterona. En consecuencia:
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- El perro pierde su capacidad de razonar y de controlar sus impulsos.
- Se eleva la tensión arterial y aumenta la frecuencia cardíaca. Para volver a la calma, los perros actúan de forma errática y se hacen visibles ciertas estereotipias (movimientos o posturas repetitivos sin un objetivo determinado).
- Aumenta la agresividad y la disposición al conflicto hasta el punto de que pueden llegar a anticiparse de tal forma que, si intuyen que su humano se va a ir de casa, actúan agresivamente para evitar el abandono.
El estrés agudo, es positivo; nos prepara para enfrentarnos a una situación de peligro. Sin embargo, cuando el estrés se prolonga en el tiempo, hablamos de distrés o estrés patológico. En este caso, la respuesta fisiológica se caracteriza por un alto nivel de cortisol mantenido en el tiempo y la disminución de los niveles de noradrenalina, serotonina y dopamina. Como resultado, el proceso de aprendizaje se ve afectado por el daño producido en el hipocampo y se bloquea el gasto energético haciendo que el perro entre en un estado de letargia que, con el tiempo, se puede convertir en depresión afectando incluso a su capacidad de experimentar placer de nuevo.
Además, existen diversos estudios científicos en los que se concluye que el ejercicio físico ejerce una acción terapéutica al aumentar los niveles de serotonina, noradrenalina y ciertas endorfinas. Este efecto terapéutico se podría asemejar al efecto farmacológico de algunos antidepresivos. Es por ello, que la falta de ejercicio a causa del confinamiento ha acentuado los problemas psicológicos en los perros.
Desde Pozikan, os pedimos que prestéis especial atención y consultéis con un profesional si observáis alguno de los siguientes comportamientos o estereotipias:
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- Jadeos fuertes y rápidos (siempre que no haya habido una actividad física anterior).
- Falta de concentración.
- Hiperactividad.
- Micciones o defecaciones muy frecuentes incluso dentro del hogar.
- Problemas digestivos como vómitos y diarreas.
- Automutilación.
- Acicalamiento excesivo.
- Comportamientos obsesivos compulsivos.
Referencias:
– Ottenheimer L.C.; Cyr A.; Anderson R.E. & Walsh C.J. (2013): Exploring the dog park: Relationships between social behaviours, personality and cortisol in companion dogs, Applied Animal Behaviour Science, 146 (1-4), 96-106.
– Foyer P.; Wilsson E.; Wright D. & Jensen P. (2013): Early experiences modulate stress coping in a population of German shepherd dogs, Applied Animal Behaviour Science, 146 (1-4), 79-87.
– Beerda B.; Schilder M.B.H.; Van Hoff J. & Vries H. W. (1997): Manifestations of chronic and acute stress in dogs, Applied Animal Behaviour Science, 52 (3–4), 307-319.
– Beerda, B., Schilder, M. B. H., van Hooff, J. A. R. A. M., de Vries, H. W., & Mol, J. A. (2000).
– Behavioural and hormonal indicators of enduring environmental stress in dogs. Animal Welfare, 9, 49-62.
– Beerda, B., Schilder, M. B. H., van Hooff, J. A. R. A. M., de Vries, H. W., & Mol, J. A. (1999): Chronic Stress in Dogs Subjected to Social and Spatial Restriction. II. Hormonal and Immunological Responses, Physiology & Behavior, 66 (2), 243-254.
Texto realizado por:
Rubén Laorden
Técnico en Adiestramiento y modificación de conductas
Terapeuta de perros con agresividad y director de la Escuela para cachorros
Gerente de Pozikan
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