El hígado de pollo está catalogado dentro del grupo de las vísceras.
Entre sus beneficios para el organismo, se le atribuye la ayuda en la madurez, en el desarrollo y en el proceso de crecimiento; el sistema inmunitario y la cicatrización de heridas. Combate la fatiga e interviene en el transporte de la vitamina A a la retina.
Su consumo es muy recomendable en etapas de gestación o de lactancia de los cachorros ya que es rico en ácido fólico o vitamina B9.
Colabora en la producción de glóbulos rojos, por su alto contenido en vitamina B12.
Ayuda a producir y reparar los tejidos del cuerpo, principalmente de la piel, por su alto contenido en riboflavina o vitamina B2.
Contribuye a evitar la anemia ferropénica o anemia gracias a su alto contenido en hierro.
Facilita la asimilación y el almacenamiento de la insulina, debido a su gran cantidad de zinc.
Colabora en la buena salud ocular y dermatológica, así como en la mejora de problemas nerviosos como el insomnio, la ansiedad o el estrés.
Es rico en vitamina K, B2, B3, B5, B6, B7 y B12 junto con zinc, proteínas y hierro, así como alto en nutrientes.
Su vitamina B6 ayuda a prevenir enfermedades cardiacas.
La vitamina K es beneficiosa para una correcta coagulación de la sangre.
Es también beneficioso para el metabolismo de los huesos y ayuda a metabolizar las proteínas.
A pesar de tener menor cantidad de vitamina A que otro tipo de hígados, el porcentaje de ácido pantoténico (vitamina B5), selenio y vitamina B12 y B2, ayudan a los sistemas circulatorio y glandular. Gracias a la vitamina B3, beneficia el sistema circulatorio y reduce el colesterol.




